Mi película de terror favorita se llama Real Madrid
Para muchos será el equipo de sus sueños. Para nosotros, los antimadridistas, lleva más de un siglo siendo el de nuestras pesadillas.
Esta newsletter estaba pensada para salir los viernes, no los jueves. Entre sus planes iniciales tampoco estaba hacer un alegato a favor del Real Madrid. Pero los acontecimientos obligan, y hoy vengo con una hipótesis bajo el brazo: el fútbol masculino es una peli de miedo y los merengues son el mejor malo que existe.
No niego que mi visión pueda estar un poco sesgada. Soy antimadridista, acérrimo, militante. Es una de las pocas ideas sobre las que puedo ser tajante en esta vida. Siento que el goce por cada derrota blanca está guiada por una especie de determinismo. Al fin y al cabo, tengo 32 años, soy del Dépor y me considero de izquierdas. ¿Tenía otra opción que no fuese ir, siempre y bajo cualquier concepto, en contra del Real Madrid? No lo creo.
Es triste desearle la derrota a alguien, lo sé. Más si tengo en cuenta, parafraseando a Luis Aragonés en aquel episodio de Reyes y Henry, que cuento con amigos, muy buenos amigos madridistas. Tampoco me caben dudas de que el antimadridismo es la filia que más decepciones me ha aportado en mi vida —y repito: soy del Dépor y de izquierdas—. Pero todo ello no debilita mi postura: como más intensamente se vive el mundo del fútbol masculino es desde el antimadridismo, y es que no hay mejor villano que el Real Madrid.
Porque lo tiene todo, el maldito equipo ese, para una buena película de terror: sus dosis de surrealismo, toneladas de suspense y una capacidad fuera de lo normal para el remake.
Terror cutre
Con el surrealismo me refiero a ese punto cutre, patoso, poco logrado de las películas de terror de los noventa y principios de los 2000. Es fácil imaginarse al Real Madrid con careta blanca, cuchillo despiadado, mil caídas y golpes y parece-que-ahora-sí-ha-muerto. El típico asesino que le han pegado con una pala en la cabeza, lo han electrocutado, se ha caído de un cuarto piso. Y que sigue dando la murga.
En este sentido, el Real Madrid semeja una parodia de sí mismo, es casi más Scary Movie que Scream. Porque, ¿cuántas veces ha parecido que se lo han cargado este año para luego revivir? Es una cosa absurda, surrealista, que hasta da cierta risa por su inverosimilitud.
El culmen, creo, fue el de la semana pasada en Mánchester. Tres veces que parecía muerto, tres veces que resucitó. Y ante la pregunta de cómo lo hizo, la respuesta solo puede ser una: tiene que ser una ficción, porque eso en la realidad no pasa.
Suspense
Pero, como peli de terror, el Real Madrid tiene mucho más empaque que el recurso al susto tonto, a la sorpresa inverosímil. Porque ver sus partidos desde el antimadridismo es estar abonado a dos horas del suspense del bueno. Al pánico y la tensión de saber que va a ocurrir, de forma inexorable, lo que no quieres que ocurra: que el Real Madrid acabe remontando.
En su libro de conversaciones con Truffaut, Alfred Hitchcock dio una explicación mítica sobre la diferencia entre el suspense y la sorpresa. Para el inglés, la sorpresa sería que “haya una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación sea muy anodina, que no suceda nada especial, y de repente: bum, explosión.”
Pero en el Real Madrid no hay sorpresa, sino un muy logrado suspense. Porque el suspense, dijo Hitchcock, sería que hubiese una bomba bajo la mesa y que el público lo sepa. Que sepa también que la bomba estallará a la una. Y que, de alguna forma, tenga el conocimiento de que el reloj marca la una menos cuarto. Para Hitchcock, esa conversación anodina se volvería “de repente muy interesante, porque el público participa en la escena”.
Cámbiese bombas bajo la mesa por goles del Real Madrid, conversaciones anodinas por partidos en los que va perdiendo, la una por el minuto 91. He ahí la crónica del partido de ayer ante el Manchester City. Porque sí, porque una vez Mendy salvó el 0-2 bajo la línea de gol en el minuto 88, yo creo que todos intuimos que venía lo inevitable. El tramo que va de ese momento al fin del partido se llama suspense.
Remakes
Pero lo que acaba de convertir al Real Madrid en un villano por excelencia es esa capacidad histórica, atávica, para asustarnos a todos. A rivales, antimadridistas y enemigos en general. Y tiramos aquí de otro libro de cine: Me Cago en Godard, de Pedro Vallín.
En esta reivindicación de Hollywood frente al cine de autor europeo, Vallín acude a la contraposición entre el cuento oral y la novela moderna. Lo hace para argumentar el carácter popular de las pelis hollywoodienses, que en su opinión se han mantenido más cercanas a esa tradición del boca en boca, a los cuentos que viajan de generación en generación desde la prehistoria. Y escribe:
“[…] Cuento, relato y narración […] exigen un sujeto que las conjugue, alguien que cuenta, narra o relata. Y que, al hacerlo, al narrar, provee algo de lo que no es tanto creador como legatario, un testigo o depositario de una historia ajena. Un eslabón en una cadena que sostiene viva la llama de una aventura. […] Lo que relata es memoria.”
Leyendo ese párrafo me acuerdo de mi abuelo —al que ni siquiera le gustaba el fútbol— hablando de Gento. Una y otra vez, una y otra vez. Se me viene a la cabeza la mítica frase de Juanito, el Bernabéu y el molto longo. Y veo que la diferencia del Real Madrid con cualquier otro aspirante a malo terrorífico, con Manchester City, PSG, Chelsea, o la madre que los parió, es que la historia de los blancos también es más cercana al cuento oral que a las novelas creadas de cero.
Los blancos son el mejor malo porque el suyo es un relato que se ha ido cosiendo con los tiempos. Una serie de remakes con diferentes personajes —antes era Santillana, hoy es Rodrygo, mañana será cualquier otro— pero una estructura que se repite. Y todo ello genera un miedo transgeneracional que envalentona a esa secta bárbara llamada nacionalmadridismo y que nos pone en guardia a los contrarios. Que hace que muchos equipos se bloqueen, se agarroten de formas inexplicables al pisar el Bernabéu, sepultados por kilos y kilos de historias. Que hace que el Manchester City se desarme en el Bernabéu como antes lo hizo el PSG o el Chelsea.
El Real Madrid es un mito de terror que vive ahí, agazapado, esperando, viajando de boca a oreja, de boca a oreja, sus historias contadas por abuelos a nietos. Dispuesto a revivir y aparecérsenos cuando tenemos un ojo medio abierto para degollarnos. El Real Madrid da miedito.
Nuestro hdp
Y esta, en resumen, es la vida para el antimadridista. Un constante suspense. Un abono, por el módico precio de un poco de inquina, al mejor villano del mundo del fútbol masculino. A la certeza de que, aunque muera en la final contra el Liverpool, el malo va a aparecer con su enésimo remake el año que viene. O el siguiente. O el siguiente del siguiente del siguiente. Donde puede que cuente con otros personajes y otro estilo y otro entrenador menos molón, y otro malo malísimo que ejercerá de presidente. Pero que el Real Madrid aparecerá de nuevo, ay, amigo, eso lo sabemos todos.
Como malos, como enemigo, toda mi admiración. Reconozco que cuando este Real Madrid ha eliminado al PSG, o al Manchester City, o al Chelsea, a todos esos aspirantes a nuevo villano del fútbol mundial, sí, me decepciono. Porque siempre bancaré para que el Real Madrid pierda, bajo cualquier concepto. Pero con una sonrisilla resignada, hasta con un punto cómplice, se me viene a la cabeza aquella frase que Roosevelt dijo sobre el cabrón de Somoza:
“Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta.”