Pogacar cayó como Stringer Bell
Y si no quieres spoilers sobre The Wire, por favor, no leas más.
Mi ocio de junio y julio ha sido un binomio caviar. Tour de Francia y tercera temporada de The Wire, tercera temporada de The Wire y Tour de Francia.
Y me ha quedado clarísimo: Tadej Pogacar ha muerto como Stringer Bell.
El pasado miércoles, 13 de julio, los más ciclistas y los menos nos emocionamos viendo el Tour. Todo saltó por los aires en el Col du Granon, previo paso por el Galibier y el Telegraphe. Fue la mejor etapa en muchos años. Tadej Pogacar a palos con Primoz Roglic y Jonas Vingegaard a muchos, muchísimos kilómetros de meta. Al primero lo tumbó, al segundo parecía que también. El aura invencible del esloveno del UAE, de tirano intocable, semejaba intacta. Hasta que desfalleció en el Granon, quizás pagando la deuda de esfuerzos excesivos. Hasta que perdió el maillot amarillo y se dejó tres minutos que nunca recuperó.
Su pájara en ese miércoles alpino fue The Wire, capítulo 11, temporada 3. Fue Stringer Bell acorralado por Omar Little y Brother Mouzong. Tiroteado en un edifico en construcción, que tan bien representaba las aspiraciones capitalistas de un gánster de esquina. Muerto bajo sus propios excesos cuando parecía que nada ni nadie podrían acabar con él, la reina en el ajedrez callejero de Baltimore.
BANG, BANG, BANG.
Cinco, seis, siete, ocho tiros. Parecidos a los que sonaron cuando en el Col du Granon a Pogacar, BANG, lo superó Vingegaard, BANG, lo superó Thomas, BANG, Gaudu, BANG, Quintana, BANG, Bardet.
Cayeron Stringer y Pogacar de la misma manera. Dio igual que fueran los mejores. Los más ambiciosos, los más talentosos, los más carismáticos, los más despiadados. Los más todo. Dio igual porque ambos llegaron a tal punto de grandeza que pensaron que los códigos, los límites, todo eso que frena al resto de los mortales, no se le aplicaba a ellos.
Y eso fue lo que los mató.
Códigos y límites
Cada temporada de The Wire orbita en torno a varios temas de fondo. El de la tercera es la confrontación entre las viejas y nuevas maneras en el juego de la calle, una dualidad que se representa en el antagonismo entre Avon Barksdale y Stringer Bell. Avon es vieja escuela, códigos heredados, la ley atávica de la calle. Enfrente, el neoliberalismo gansteril de Stringer: demasiado fuerte, demasiado listo para no pasar por encima de reglas, códigos, normas tácitas y hasta de su propio jefe.
Stringer tiroteó a la abuela de Omar en un domingo, se la jugó por la espalda a Brother Mouzong, ordenó matar al sobrino de Avon, quiso mandar a su amigo a la cárcel e intentó acceder a un mundo —el empresarial y político— que le tenía cerrada la puerta con doble cerradura. Se dejó seducir por los cantos de sirena de su propio poder, y se dio de bruces con los límites que había decidido ignorar: su amigo lo dejó caer, lo acorralaron los enemigos que había ido sembrando en el camino, los corruptos con los que creía codearse se rieron de él.
Cantos de sirena similares han seducido a Tadej Pogacar: esa ansia de victoria incontrolable a la que nunca nadie había podido hacer frente desde 2020, un quererlo todo con actitud caníbal desde la primera semana de este Tour. Esprintó, luchó en cada repecho, lo dejó todo en los adoquines, salió a los ataques de Roglic, de Vingegaard, del que hiciese falta. Nunca se le había visto flaquear. Parecía que ni él mismo se hubiese visto flaquear. Pogacar, he ahí su grandeza, corrió cada día como si eso nunca fuese a ocurrir.
Mientras, como Avon había hecho con Stringer, algunos susurraban viejos códigos en esos primeros días de Tour de Francia: no se puede gastar demasiado, las exhibiciones se pagan, hay que jugarla con cabeza. ¿Pero quién no pensó que Pogi estaba por encima de cualquier límite? ¿O que Stringer iba a durar toda la serie? ¿Que ambos estaban ahí por y para siempre?
En el Granon, en un edificio en construcción, ellos dos y todos los que creímos en su inmortalidad perdimos la inocencia. El uno y el otro fueron víctimas de sí mismos. Tan grandes eran que pensaron que todos esos códigos y límites no estaban ahí para ellos, que su misión era saltarlos por encima. Y así conocieron, conocimos, la máxima de que en The Wire, en el ciclismo, se supone que en la vida, siempre hay un techo. Y que aunque esté tan alto que no se intuya, si aprietas y aprietas y aprietas y aprietas, acabas pegando en él.
Se lo dijo Avon a Stringer cuando llegó el enemigo, el jovencito, el que inició la decadencia de ambos:
- “There is always gonna be a Marlo — no Marlo, no game”.
No Vingegaard, supongo, no game.
Cómo volverá
Hace unos días, Carlos Arribas daba en el clavo, como siempre, en su crónica para El País: Pogi es la inocencia, el niño que solo sabe correr para ganar, que “no cree siquiera que la vida merecería la pena si no se la pedalea a fondo siempre”. Sin presión, sin miedo, sin un hasta aquí hemos llegado. Se ríe antes de jugarse la carrera, se ríe al día siguiente de perder el maillot amarillo. Por eso el ciclismo es mejor con él y cada carrera suya son fuegos de artificio: por esa inconsciencia, por esa falta de respeto a códigos no escritos.
¿Guardar? Para qué. ¿Conservar? Ni de coña. ¿Atacar? Siempre.
Ahora, tras el golpe de un Tour en el que por fin ha conocido su límite, la pregunta es saber cómo volverá el esloveno. Si será un tipo más frío, calculador y maduro; más comedido en su espectacularidad. O si seguirá corriendo para trascender.
Russel Bell no tuvo espacio para planteárselo, pues nunca salió de aquellos apartamentos a medio construir. Pero si The Wire fuese una serie mala y este hubiese resucitado para volver en la cuarta temporada, cabe preguntarse: ¿volvería con el freno puesto? ¿Se dejaría guiar, ahora sí, por los límites, por los códigos tácitos? ¿O regresaría todavía más a saco, en busca de venganza, dispuesto a arrasar con todo y dar rienda suelta a su total ausencia de escrúpulos y límites, a ignorar cualquier tipo de regla para convertirse en el tirano de las calles de Baltimore?
Quizás sea mi deseo, pero algo me dice que Tadej Pogacar también va a optar por esa última vía. El Tour 2023 y su intento de vendetta serán su particular temporada 4, con todo lo que va a ocurrir tras ese edificio en construcción que fue el Col du Granon.
Yo, por si acaso, me voy abrochando el cinturón.
...Call it a crisis of leadership...
-Proposition Joe