Hay palabras que, así, chas, de un día para otro, se ponen de moda y empiezan a aparecer hasta en la sopa. En el mundo del deporte, especialmente el norteamericano, hay un ejemplo muy claro: narrativa. De repente, hay narrativas por todos lados, allá donde mires, donde pongas la oreja. Narrativas que chocan, narrativas a batir, narrativas que se incumplen. Narrativas, narrativas, narrativas. Igual que el de relato en política, narrativa es el nuevo y más importante palabro del mundillo.
El concepto está bien traído, ojo. No sé si hay algo mejor que pueda ofrecer el deporte que el hecho de vivir —en todos los sentidos de vivir— los relatos que se van formando con los años, cual novela en tiempo real. El auge y caída de equipos, la búsqueda sempiterna de metas que llegan o nunca lo hacen, descalabros, sorpresas, rivalidades, odios eternos. Dramas. Narrativas, pues.
Pero la mera existencia de narrativas conlleva que haya villanos. Porque el nivel de cualquier relato suele equivaler al carisma del antagonista, si es que hay uno. Y en el deporte, aunque decidir quién es o no el villano puede resultar subjetivo, personal, intransferible, debatible y motivo de duelos a muerte al amanecer, siempre tiene que haber un antagonista, un rival. Qué coño: un malo.
Por ello, y porque tampoco estoy para intensidades esta semana, voy con un ejercicio taxonómico —toma palabro— y prometo que nada riguroso acerca de los mejores y peores villanos del deporte. Y, claro, el primero es Remco Evenepoel.
Remco Evenepoel: villano bien
A ver, a mí Remco no es que me parezca un villano al uso, pero entiendo que sí lo es para mucha gente. Y, qué coño, de los seis grandes del ciclismo masculino actual, es el que más se acerca al papel de malo. Van der Poel es una estrella del rock and roll, Van Aert el yerno perfecto, Vingegaard es un pan sin sal, Roglic un monje zen en decadencia y Pogacar un psicópata, puede, pero con cara de niño dulce. El papel de villano, aunque sea de villano bien, le queda, por lo tanto, a Remco Evenepoel.
Y un poco villano es, para qué negarlo. Salidas de tono tiene unas cuantas. Mandar callar a la peña tras ganar un Mundial, los cruces de declaraciones con Eddy Merckx, el saltarse las estrategias del equipo belga en el Mundial de 2021 y luego salir a rajar contra todo cristo, los gestitos a Roglic en la Volta a Catalunya. Pero es villano bien porque Remco se puede permitir ser un flipado al ser un auténtico fuera de serie sobre la bici. Porque es espectacular y tiene demasiada clase y toda victoria suya es un victorión después de atacar a 800 kilómetros de meta. Porque es todo calidad, espectáculo y altas dosis de megalomanía.
Me gusta Remco. Es más: incluso le daría más salsa al asunto que fuese más flipado, más macarra, más malo. Remco es un villano de esos que mola más que los buenos. Remco es un poco como Stringer Bell. O mejor: es Hans Landa —Christoph Waltz— en Malditos Bastardos.
Bancamos fuertísimo.
Dillon Brooks: villano mal
Nos vamos directos al extremo contrario: Dillon Brooks. Que no quiero hacer leña del árbol caído, ni darle más bombo al tema. Que lo acaban de echar del equipo y, bueno, yo qué sé, al final es canadiense, y eso le otorga un puntito afable. Pero es que Dillon Brooks, muchacho. El que llamó viejo a LeBron y se encaró con Curry. El lanzador-no-metedor por excelencia en el mundo del baloncesto, tiracastañas de leyenda, bocachancla como pocos, cuya desmedida autoestima extiende cheques que sus capacidades no pueden pagar.
Con todo ello, Dillon Brooks ya sería un villano mal, fatal, terrible. Pero luego está lo otro. Lo peor de todo, quizás. Esos outfits, esas pintas que parecen sacadas de una producción a la que le acaban de recortar el presupuesto en vestuario. Como aquí. O aquí. O, joder, aquí, que lleva el pecho descubierto y un colgante con sus iniciales del tamaño de tu cabeza.
Madre mía, Dillon Brooks tiene que estar cerca de ser el peor antagonista del mundo del deporte. Un malo mal, que no hay por dónde pillarlo. Dillon Brooks podría ser Snoke, el villano de la última trilogía de Star Wars, probablemente uno de los personajes más infames que pisaron esa saga. Un poco como Brooks en la NBA, y no será por dónde escoger.
No bancamos en absoluto.
El Real Madrid: villano pesado
Qué decir del Real Madrid. Venimos de una semana en la que la sección de baloncesto acaba de culminar su remontada de un 0-2 ante el Partizán de Belgrado en los cuartos de final de la Euroliga, en la que un Madrid de fútbol gris casi le gana la ida de semifinales de la Champions al todopoderoso Manchester City. Y lo peor: a ningún antimadridista le sorprende ni una cosa ni la otra.
El papel del Real Madrid como malo de película ya fue tratado en esta newsletter, y hay poco más hay que añadir. Son la peor pesadilla de cualquier persona con dos dedos de frente —o sea, de cualquier antimadridista—. Son los de siempre, los que sabemos que van a remontar, a ganar. Son esos de los que, como ya hacemos muchos, es mejor ni ver los partidos porque el final ya es conocido. Es el eterno retorno de la cantinela de las remontadas, el Bernabéu y el espíritu de Juanito.
No sé qué villano de ficción se podría emparejar con el Real Madrid. Se me ocurren los nazis, por eso de ser la personificación absoluta del mal, ciertas filias sociopolíticas y ser el recurso fácil que nunca muere, que siempre se puede rescatar. No tienes un malo para una peli, pon unos nazis. O pon al Real Madrid. Pero el caso es que también funciona el típico asesino de peli noventera que nunca acaba de morir.
Quizás una mezcla de los dos.
Asesinos nazis noventeros. Real Madrid. Sí.
Otros villanos
Remco Evenepoel, Dillon Brooks y el Real Madrid. Gran selección, pobre Remco. Para acompañarlo un poco mejor, vamos con otros candidatos a acompañarlo:
Tierry Omeyer como villano francés. Quién no se acuerda de Omeyer parándolo todo con Francia de balonmano y celebrándolo como un poseso. Este sí que era villano. Y casi peor: francés. Omeyer era el típico malo extranjero de peli americana con acento poco logrado. Podría ser el Hans Gruber de La jungla de cristal, uno de los bests malos ever. ¿Y a quién, algún día, no le hubiese gustado tirar a Omeyer del Nakatomi Plaza?
Demi Vollering como villana pupas. Yo voy con Annemiek van Vleuten a muerte, y Demi Vollering es la mayor amenaza para que la de Movistar acabe la temporada de su retirada con menos brillo que la 2022 —es decir, sin ganar las tres grandes—. Pero a Vollering, aunque viene de arrasar en las Ardenas, le suelen pasar cositas. Cositas raras. El otro día perdió la Vuelta en circunstancias extrañas. Ella y su equipo dicen que en Movistar se la jugaron porque atacaron cuando ellas se pararon a mear. En el equipo navarro dicen que ya habían comenzado a atacar. En cualquier caso: villana pupas. Como El Coyote.
Rudy Fernández como villano redimido. Rudy me recuerda al Iron Man de Robert Downey Jr., un idiota redomado que fue encontrando la redención según pasaban los años y las películas de Marvel. ¿Que Iron Man no era un villano? Bueno, puede ser, pero era un idiota y acabó por caer algo mejor. Como Rudy después del último Eurobásket.
Kawhi Leonard como villano autista. Javier Bardem en No es país para viejos es uno de los malos que más miedo da, y eso que ni habla. Justo como Kawhi Leonard. Ambos, tanto Kawhi con Anton Chigurh, tienen nombres muy molones. Ambos tienen su punto cibernético a la hora de matarte. Ambos son asesinos a sueldo: llegan a un sitio, hacen su trabajo, y se piran. ¿Que Kawhi Leonard no es un villano? Bueno, habría que preguntar en San Antonio.
Y, para finalizar este fresco y jovial artículo, frase de streamer: ¿tienes más candidatos a villano deportivo? Pues dale a like, suscríbete y déjalo en los comentarios.
Ahora le toca a los héroes... Jimmy Buckets, el Joker, Alonso, el Arenteiro y Cristóbal Parralo.